jueves, 10 de noviembre de 2016


EL CARRO DE LA LEJÍA, 10 noviembre 2016

El populismo, una muletilla de izquierda o de derecha, según soplen los vientos.

La RAE, esa institución que defiende el uso del español y a la que los miembros del gobierno tienen una alergia supina, define el populismo como Tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo. Con el triunfo de Pato Donald Trump, definido a golpe de prisa e ignorancia como populista, los políticos españoles vuelven a la palabreja arrimando el ascua a su sardina. Aquí se han hartado de censurar el populismo de Unidos Podemos como algo negativo para la vida social y política española. Ahora arremeten con la palabra en ristre contra la esencia de la política del nuevo presidente norteamericano. ¿Trump populista? Hasta ahora se ha mostrado como un bocazas, arrogante, inconsistente y maleducado; de defender los intereses del pueblo ni mijita; de darle en los hocicos, especialmente a algunos grupos sociales, sí. 
 Más que prisa hay ignorancia en nuestros líderes políticos, ayunos la mayoría de estructuras y contenidos mentales ideológicos. Aquí en Andalucía, de donde parece que ha emergido el “nuevo” PSOE en la boca y las artimañas de Susana Díaz, se hace más visible el desencuentro entre la teoría y la práctica política. Escucho a la presidenta de la Junta de Andalucía y solo oigo y entiendo lugares comunes, con muy poco salsa ideológica; quizás no la tenga o la oculte para su “carrera” política.
Me pregunto, escuchando a nuestros próceres políticos de derecha y de otros partidos indefinidos, en qué demonios coinciden Trump y Unidos Podemos para meterlos en el mismo saco. Me pregunto por qué desafinan tanto nuestros políticos considerando peyorativo el significado de “populismo”, que no es sino una actitud social digna de encomio y que el Partido Socialista Obrero Español, que tanto denuesta el nombre, tendría que tener en el frontispicio de sus aspiraciones. Pero ellos, al margen del pueblo, considerando que su trabajo consiste en dirigir al pueblo más que servirle, y que la lengua está a su servicio sin suponer que no crea sino que sanciona usos y costumbres, se consideran demiurgos, casi dioses de la sociedad que les eligió como simples representantes de sus problemas y aspiraciones.
Dejen de martirizar el diccionario y la gramática, señores ignorantes políticos, que, además de no saber, no desean aprender. Y lo mismo digo de buena parte de esa cohorte casi celestial y evangélica de comentaristas políticos, que echan mano de la primera palabra que les viene a cuento. Acabo de oír a una comentarista (¿) televisiva –María Claver– decir con aire sabiondo que Trump era un populista de libro; ¿habrá visitado ella muchos libros para decir semejante barbaridad? Parece que no.
Yo aún no entiendo muy bien, por ejemplo, la conversación cuando hablan de los partidos constitucionalistas y no constitucionalistas. ¿Acaso no están todos actuando bajo los artículos de la constitución española, aunque algunos discrepen teóricamente de ella y desean cambiarla en algunas disposiciones con las que no están conformes? ¿Discrepar es anular, o es entrar en lo que es esencia de la política activa, la discusión previa para un acuerdo o desacuerdo definitivo?
La ignorancia del político le hace pensar que por el mero hecho de adscribirse a unas siglas políticas –siglas sin fondo muchas veces– está en posesión de la verdad absoluta, sin plantearse un mínimo de duda, que le llevaría por el buen camino, el único quizás, a la obtención de la verdad. “Cantinflas” Rivera, líder de Ciudadanos, que promete y re promete con su habla atropellada para hacer luego lo contrario de lo que prometió, esta mañana ha asegurado, con buena dosis de bilis, que tras la victoria de Donald Trump "hoy estarán contentos en Podemos" porque todos los populismos, tanto de extrema izquierda como de extrema derecha, "al final defienden lo mismo". ¡Qué banalidad ideológica en este líder aparentemente liberal tan en camino hacia un fascismo de cara amable! En su esencia oculta y su ropaje de cordero no me oculta el lobo feo que le ruge en las entrañas.
Pablo del Barco

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