sábado, 31 de diciembre de 2016



*
20
16,
se escapa el año
por las grietas de la
esperanza
y el agujero de los
sueños
con palabras de silencio y color,
música de coros en la tierra,
violines en el cielo de los ángeles sin sexo,
danzando danzando los ecos
que fluyen del fondo del mar;
callan las trompetas del apocalipsis,
es llano el camino poblado de horizontes,
el tiempo hila sus pasos con sombras de plata
y algodones de azul pálido extraído
de las nubes colocadas por una mano invisible
sobre los edificios donde el hombre
vive y muere alternando la fe
y los balances últimos de cada día
y hace oídos sordos al ruido
de los pasos andados por la vida;
despierta ya,
mejor beber, brindar por uno mismo
y dormir pensando que el mundo
está bien hecho a tu medida
y es de oro con la sal
que alarga los sabores
y abanica los deseos
cada instante
al despertar
siempre
al lado
de tu
lindo corazón.

31.12.16

pablo del barco

martes, 27 de diciembre de 2016


EL CARRO DE LA LEJÍA, 27 diciembre 2016

El rector copión

Parece que no ha ocurrido nada: el rector de la Universidad Juan Carlos I ha sido acusado de plagio, pero él no lo admite ni dimite. Imagino que será del PP (Partido Predador; “predador”, animal que se alimenta de otros inferiores para subsistir. RAE), porque de casta le viene al galgo. Fernando Suárez Bilbao es hijo de Luis Suárez Fernández, profesor de historia al que sufrimos muchos alumnos tragándonos su visión de la historia con la más furibunda óptica franquista. Fue el más antipedagógico profesor que tuve, radical de derechas hasta el limite, enseñoreado en su cátedra, despectivo con sus alumnos: un puro ejemplo de la dictadura franquista que plagó la universidad del virus reaccionario, contrario a cualquier apertura y objetividad histórica, plaga que aún no ha sido desarraigada en nuestro país; vean si no cómo se ponen trabas continuamente en la marcha por los caminos de la verdad a la memoria histórica.
Muchas veces, leyendo trabajos de mis alumnos, reconocía algunos textos como muy familiares; las siguientes lecturas, más atentas, me ofrecían una triste realidad; eran mis propios textos pirateados por méritos del corta y pega, sin entrecomillados ni notas al pie que ofrecieran su origen. Mi reacción no era sacrificar a los alumnos “copiones” ni enfurecerme por el hecho; sí explicar lo que era un plagio y la falta de ética y responsabilidad de quien lo cometía. No se entendió muy bien en algún caso. Recuerdo cuando se destapó el plagio de la “escritora” Ana Rosa, por su novela Sabor a hiel, original de uno de sus “negros”, que comenté en clase, como era mi obligación de profesor de literatura contemporánea. Recibí una queja oficial y petición de un proceso por criticar la actividad literaria de una “notable comunicadora española” como era la copiona en el folletín con el que debutó A. R. en la literatura, ante las numerosas pruebas de plagio;  fusiló con descaro párrafos de Mujeres de ojos grandes, de Ángeles Mastretta, además de algunos de Álbum de familia, de Danielle Steel. Éramos y somos, al fin, un país de moral bastante laxa.
Este hecho, detestable, es mucho menos grave que el que un profesor universitario, y además rector (es decir, que tiene que ser modelo de modelos en ética científica), quiera pasar impunemente y con arrogancia a la historia de la decencia intelectual. Pero, viniendo de quien viene, se explica fácilmente. Que sus compañeros de claustro apoyen, aunque sea con su silencio, su descaro, hace más grave el caso. Y muy definitorio de lo que es la universidad española, enferma de lameculismo, servilismo y otros ismos repugnantes y acrisolados, ayudada por unos presupuestos exiguos que condicionan una actividad que tendría que ser libre y positiva. Aún los polvos de la pacatería universitaria del franquismo siguen dificultando la buena marcha de los engranajes del conocimiento y la sabiduría.
El ministro de Exteriores españoles ha remachado el clavo justificando la huida de jóvenes españoles universitarios a otros países: Salir fuera de España enriquece, ha dicho. Y no le falta razón. Cuántos cargos del PP (Partido Predador) se han enriquecido con los caudales obtenidos de manera sospechosa, guardados en cuentas corrientes del exterior, en empresas también sospechosas, justificados con argumentos más que sospechosos. Cuántos viajes al exterior, suponemos que con sus maletines dorados, por dentro, de suaves y elegantes pieles de ejecutivos de la política española. Y sigue sin término; cada día se descubre un nuevo descalabro, una nueva pirueta ignominiosa de próceres políticos del Partido Popular (Partido Predador) en su actividad aparentemente noble, negada ante lo evidente.
Denos una lección de ética universitaria y dimita, serenísimo señor rector de la universidad española, a la que le hace buena falta una inyección de claridad, honestidad y credibilidad. Será una buen regalo para todos en este año que va a comenzar.

PABLO DEL BARCO

EL CARRO DE LA LEJÍA, 17 diciembre 2016

El rector copión

Parece que no ha ocurrido nada: el rector de la Universidad Juan Carlos I ha sido acusado de plagio, pero él no lo admite ni dimite. Imagino que será del PP (Partido Predador; “predador”, animal que se alimenta de otros inferiores para subsistir. RAE), porque de casta le viene al galgo. Fernando Suárez Bilbao es hijo de Luis Suárez Fernández, profesor de historia al que sufrimos muchos alumnos tragándonos su visión de la historia con la más furibunda óptica franquista. Fue el más antipedagógico profesor que tuve, radical de derechas hasta el limite, enseñoreado en su cátedra, despectivo con sus alumnos: un puro ejemplo de la dictadura franquista que plagó la universidad del virus reaccionario, contrario a cualquier apertura y objetividad histórica, plaga que aún no ha sido desarraigada en nuestro país; vean si no cómo se ponen trabas continuamente en la marcha por los caminos de la verdad a la memoria histórica.
Muchas veces, leyendo trabajos de mis alumnos, reconocía algunos textos como muy familiares; las siguientes lecturas, más atentas, me ofrecían una triste realidad; eran mis propios textos pirateados por méritos del corta y pega, sin entrecomillados ni notas al pie que ofrecieran su origen. Mi reacción no era sacrificar a los alumnos “copiones” ni enfurecerme por el hecho; sí explicar lo que era un plagio y la falta de ética y responsabilidad de quien lo cometía. No se entendió muy bien en algún caso. Recuerdo cuando se destapó el plagio de la “escritora” Ana Rosa, por su novela Sabor a hiel, original de uno de sus “negros”, que comenté en clase, como era mi obligación de profesor de literatura contemporánea. Recibí una queja oficial y petición de un proceso por criticar la actividad literaria de una “notable comunicadora española” como era la copiona en el folletín con el que debutó A. R. en la literatura, ante las numerosas pruebas de plagio;  fusiló con descaro párrafos de Mujeres de ojos grandes, de Ángeles Mastretta, además de algunos de Álbum de familia, de Danielle Steel. Éramos y somos, al fin, un país de moral bastante laxa.
Este hecho, detestable, es mucho menos grave que el que un profesor universitario, y además rector (es decir, que tiene que ser modelo de modelos en ética científica), quiera pasar impunemente y con arrogancia a la historia de la decencia intelectual. Pero, viniendo de quien viene, se explica fácilmente. Que sus compañeros de claustro apoyen, aunque sea con su silencio, su descaro, hace más grave el caso. Y muy definitorio de lo que es la universidad española, enferma de lameculismo, servilismo y otros ismos repugnantes y acrisolados, ayudada por unos presupuestos exiguos que condicionan una actividad que tendría que ser libre y positiva. Aún los polvos de la pacatería universitaria del franquismo siguen dificultando la buena marcha de los engranajes del conocimiento y la sabiduría.
El ministro de Exteriores españoles ha remachado el clavo justificando la huida de jóvenes españoles universitarios a otros países: Salir fuera de España enriquece, ha dicho. Y no le falta razón. Cuántos cargos del PP (Partido Predador) se han enriquecido con los caudales obtenidos de manera sospechosa, guardados en cuentas corrientes del exterior, en empresas también sospechosas, justificados con argumentos más que sospechosos. Cuántos viajes al exterior, suponemos que con sus maletines dorados, por dentro, de suaves y elegantes pieles de ejecutivos de la política española. Y sigue sin término; cada día se descubre un nuevo descalabro, una nueva pirueta ignominiosa de próceres políticos del Partido Popular (Partido Predador) en su actividad aparentemente noble, negada ante lo evidente.
Denos una lección de ética universitaria y dimita, serenísimo señor rector de la universidad española, a la que le hace buena falta una inyección de claridad, honestidad y credibilidad. Será una buen regalo para todos en este año que va a comenzar.

PABLO DEL BARCO

lunes, 5 de diciembre de 2016


EL CARRO DE LA LEJÍA, 5 de noviembre 2016

El “Poema sucio” de un poeta trabajando la luz (Ferreira Gullar)

Las notas necrológicas de un poeta lo son a medias: el hombre muere, el poeta vive eternamente en su obra. Me llaman de Brasil: ha muerto Ferreira Gullar (1930), autor de Poema sucio (Madrid, Visor, 1997). Aún no he reaccionado; leo las dedicatorias de sus libros: “A mi querido amigo Pablo…”, y recuerdo su presencia viva en mi casa hace años, los paseos acompañándolo por Sevilla, las charlas y los recuerdos, las horas revisando mi traducción del libro en su algo desolado apartamento de Copacabana. Lo califiqué en 1997, en la versión de su obra que él siempre alabó, como el último gran poeta de Brasil, descendiente y casi único representante de los escritores que en la Semana de 1922 dieron la vuelta a la poesía brasileña. 
Escribió “Soy un poeta del Nordeste brasileño, un poeta del Maranhão… Un forajido, un superviviente, alguien que consiguió escapar del anonimato, de la tragedia cotidiana y oscura que se desarrolla bajo los techos de mi patria…; la tragedia de la vida-nada, de la vida-nadie. Si algún sentido tiene lo que escribo es dar voz a este mundo sin historia”. Comenzó a escribir a los doce años, en 1943 publicó Algo encima del suelo mientras era locutor de Radio Timbira, de donde lo echaron por negarse a dar una noticia falsa acusando de la muerte de un trabajador a miembros del partido comunista. Cada día iba progresando en la confluencia vida / obra: “Comprendí que debía confundirme con la vida al precio que fuere… El arte nos da lo esencial pero excluye la vida. La vida, en cambio, nos arrastra en su caudal y nos dilapida en actos y hechos superficiales”.
Se comprometió, fue miembro del Partido Comunista brasileño, salió exilado de Brasil con el golpe militar de 1964, hasta 1985. Vivió en Chile los acontecimientos que acabaron con la muerte de su amigo Salvador Allende; me lo contaba con recuerdos muy vivos y nostálgicos. En 1976 escribió en Buenos Aires Poema sucio, poema coral de la vida de su país, expresada coherencia vital y poética del escritor desde su nostálgica infancia. Decía: “Es extraño, pero cuanto más voy envejeciendo más optimista me vuelvo”, prueba de haber sido fiel al su compromiso intelectual, navegando por un lenguaje personalísimo, a veces doloroso, que expresan el hombre (José Ribamar, su nombre) en toda su intimidad, y el poeta (Ferreira Gullar), con su visión penetrante desde la realidad más dolorosa y vivida, elevando lo cotidiano a la categoría  de lo mágico poético.

Muchos
muchos días hay en un solo día
porque las mismas cosas
los componen
con su carne (o hierro
tenga el nombre que tenga esa
             materia-tiempo
sucia o
no)
los componen
en los silencios aparentes o gruesos
como colchas de franela
o agua vertiginosamente inmóvil…
“¡Cuántas tardes en una tarde!”, escribió, cuántos corazones en un poeta que vivirá ya eternamente viajando en el tren que tanto amaba, hasta esa “ciudad que está en el hombre / casi como el árbol vuela / en el pájaro que la deja”
Hasta siempre, hermano y maestro.


                                                                                  PABLO DEL BARCO