lunes, 5 de diciembre de 2016


EL CARRO DE LA LEJÍA, 5 de noviembre 2016

El “Poema sucio” de un poeta trabajando la luz (Ferreira Gullar)

Las notas necrológicas de un poeta lo son a medias: el hombre muere, el poeta vive eternamente en su obra. Me llaman de Brasil: ha muerto Ferreira Gullar (1930), autor de Poema sucio (Madrid, Visor, 1997). Aún no he reaccionado; leo las dedicatorias de sus libros: “A mi querido amigo Pablo…”, y recuerdo su presencia viva en mi casa hace años, los paseos acompañándolo por Sevilla, las charlas y los recuerdos, las horas revisando mi traducción del libro en su algo desolado apartamento de Copacabana. Lo califiqué en 1997, en la versión de su obra que él siempre alabó, como el último gran poeta de Brasil, descendiente y casi único representante de los escritores que en la Semana de 1922 dieron la vuelta a la poesía brasileña. 
Escribió “Soy un poeta del Nordeste brasileño, un poeta del Maranhão… Un forajido, un superviviente, alguien que consiguió escapar del anonimato, de la tragedia cotidiana y oscura que se desarrolla bajo los techos de mi patria…; la tragedia de la vida-nada, de la vida-nadie. Si algún sentido tiene lo que escribo es dar voz a este mundo sin historia”. Comenzó a escribir a los doce años, en 1943 publicó Algo encima del suelo mientras era locutor de Radio Timbira, de donde lo echaron por negarse a dar una noticia falsa acusando de la muerte de un trabajador a miembros del partido comunista. Cada día iba progresando en la confluencia vida / obra: “Comprendí que debía confundirme con la vida al precio que fuere… El arte nos da lo esencial pero excluye la vida. La vida, en cambio, nos arrastra en su caudal y nos dilapida en actos y hechos superficiales”.
Se comprometió, fue miembro del Partido Comunista brasileño, salió exilado de Brasil con el golpe militar de 1964, hasta 1985. Vivió en Chile los acontecimientos que acabaron con la muerte de su amigo Salvador Allende; me lo contaba con recuerdos muy vivos y nostálgicos. En 1976 escribió en Buenos Aires Poema sucio, poema coral de la vida de su país, expresada coherencia vital y poética del escritor desde su nostálgica infancia. Decía: “Es extraño, pero cuanto más voy envejeciendo más optimista me vuelvo”, prueba de haber sido fiel al su compromiso intelectual, navegando por un lenguaje personalísimo, a veces doloroso, que expresan el hombre (José Ribamar, su nombre) en toda su intimidad, y el poeta (Ferreira Gullar), con su visión penetrante desde la realidad más dolorosa y vivida, elevando lo cotidiano a la categoría  de lo mágico poético.

Muchos
muchos días hay en un solo día
porque las mismas cosas
los componen
con su carne (o hierro
tenga el nombre que tenga esa
             materia-tiempo
sucia o
no)
los componen
en los silencios aparentes o gruesos
como colchas de franela
o agua vertiginosamente inmóvil…
“¡Cuántas tardes en una tarde!”, escribió, cuántos corazones en un poeta que vivirá ya eternamente viajando en el tren que tanto amaba, hasta esa “ciudad que está en el hombre / casi como el árbol vuela / en el pájaro que la deja”
Hasta siempre, hermano y maestro.


                                                                                  PABLO DEL BARCO

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