lunes, 6 de mayo de 2013

EL CARRO DE LA LEJÍA, 7, mayo,2013. EL ENGAÑO DE BOSTON Y LA INVENCIÓN DEL TERRORISMO He recibido un vídeo espeluznante con imágenes del atentado de Boston desde la misma línea de meta. Se ve con claridad cómo unos operarios colocan allí a una persona sin piernas, cómo otros obreros desordenan intencionadamente el escenario para dar más visos de atentado, cómo los policías cambian su uniforme por ropas de paisano… Pueden verlo con el título “El engaño de Boston desde la línea de meta”, vídeo del Canal de Iván. Parece tan auténtico como las imágenes que nos ha ofrecido insistentemente la TV norteamericana; no tiene aspecto de ser un montaje; son las mismas imágenes que hemos visto tan repetidas, a las que se aplica una mirada diferente, que nos permite ver lo que a simple vista no se ve, no quieren que veamos. Al menos nos pone en la duda. El presidente Bush, que sabía mucho de tramas ocultas en su inculta y criminal cabeza, se inventó la existencia de armas de destrucción masiva para declarar la guerra a Irak, después de decir diez años antes, 11 de septiembre de 1991, en el Congreso, que era posible un nuevo orden mundial. Esta actitud es antigua como la humanidad: Nerón incendió Roma para acusar a sus enemigos los cristianos; Adolf Hitler incendió el Reichstag para crear un estado de terror y culpar al pueblo judío; el presidente Roosevelt tenía conocimiento previo del ataque de Pearl Harbor, que fue una excelente excusa para entrar en la Segunda Guerra Mundial; el abuelo de Busch financió a Hitler en su alocada extinción. De la guerra de Vietnam y la masacre estadounidense tenemos buena memoria. Y de otros muchos acontecimientos mundiales marca USA. En lo que atañe a nuestra historia en un momento decisivo: El 15 de febrero de 1898, con el pretexto de que el ejército español había hundido el obsoleto acorazado estadounidense “Maine” en el puerto de La Habana, Estados Unidos declara la guerra a España. Está archidemostrado que fue el gobierno USA quien hundió el buque, con algunos marines dentro para justificar mejor la violencia y tener una brillante excusa para la guerra, y el posterior dominio de las antiguas colonias españolas; dominio sutilmente político y descaradamente económico. Algún sector español aprovechó, y aún colea, esta argucia para acusar al gobierno de Zapatero con ocasión del atentado del 11 M. Pero el material usado entonces y el que utilizan los (supuestos) terroristas musulmanes de Boston no tiene ningún parecido. Estos hechos definen al gobierno norteamericano como el auténtico inventor del terrorismo moderno: creación de un estado de pavor al que las autoridades, defensoras del pueblo asustado, encuentran una solución contra sus “enemigos”; inventores del terrorismo y héroes del castigo a los “terroristas”. En el atentado de Boston hay muchas cosas sin aclarar, muchas que no se aclararán nunca, a las que se está buscando a toda prisa una justificación con hechos, reales o inventados. Han encontrado a dos chivos expiatorios para convencer al pueblo creyente, lanzando cables de conexión con Bin Laden y el terrorismo musulmán, el terror por antonomasia porque ellos lo han definido así. Han llegado las inculpaciones a España, país ahora sin criterio y sin agallas para construir su propia historia, con un gobierno al que mueven los peores vientos. Ayer decía públicamente la Cospedal -ese horror lingüístico, incoherente y falsario que no quiere convencerse de su inutilidad para el bien- que gracias a Rajoy España se ha salvado de un crack económico; el crack es el terror para nuestra economía, Rajoy el salvador, a pesar de la catastrófica marcha del país, hipotecado hasta 2015, en que bajarán impuestos, justamente en la fecha de las elecciones: “Bajaremos los impuestos cuando sea posible”, ha dicho Supermariano, con su eterna cantinela de lo impreciso y vano. Al fin, el Presidente, acéfalo con cerebro alemán, no ha dicho una mentira. Felicidades, españoles, nos siguen considerando idiotas sin arreglo. ¿Querrán así protegernos del maligno? ¿El maligno estaba en Boston también? PABLO DEL BARCO

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