viernes, 28 de diciembre de 2012

EL CARRO DE LA LEJÍA, 28 dic. 2012 ¿Quién se va a creer que la Guardia Civil ha perdido las imágenes que había de la supuesta extorsión de Santiago Cervera, ya y excepcionalmente dimitido? Nos toman por tontos (inocentes), como cuando nos dijeron que por un error del juez Giao Ping salía de la cárcel. No hay más que ver los ilustres apellidos que se suponen implicados en la trama para no creérselo. Esto de la mentira social se va imponiendo en el país, sin rareza ya para nosotros, sujetos pasivos de las continuadas mentiras del Gobierno, de nacionalidad católica, apostólica y alemana. Claro que ellos tienen la ventaja de que confesándose van al cielo de los privilegiados; los confesores, obviamente, son de su partido político. Pero hoy es el día de los Inocentes y estamos obligados a creernos las fábulas y las mentiras. Rajoy nos da las gracias por ser un pueblo comprensivo, y dice que hay que decir la verdad aunque duela (cinismo en vena del laboratorio Rajoy). Se respira pobreza en el ambiente, caras tristes, pero es porque no hacemos caso al gobierno: hay que sufrir, el estado del bienestar era un engaño en mano del gobierno socialista. Y debemos apiadarnos de los políticos; lo ha dicho Galardón: gobernar es producir dolor, aunque a él sólo se le nota el rictus de alcaide de prisión, en la que imaginamos la guillotina más afilada. Me recuerda a los cruzados, que mataban por una idea y se bendecían por ello. Llega un amigo a España después de un año de ausencia y encuentra el país triste, desolado; a la salida de los comercios se ven pocas bolsas de compra; los comedores y las asistencia sociales van en aumento (algunos de los que dirigen la caridad social son los empresarios que atropellan a sus trabajadores y los arrojan del trabajo); los informes sobre la sanidad privatizada son escalofriantes: un enfermo es un número que vale por el coste y su producción de beneficios. El gobierno de Madrid habla de externalización (¡ay, estos pobre incultos reinventando el lenguaje!), que no es sino una simple subcontratación; en la subcontratación hay diálogo entre las partes; el gobierno de Madrid ha desoído las demandas y las propuestas del personal médico; ellos, tan aseados, son el poder, la arrogancia, la codicia; ya sabemos las empresas que se quedarán con el gran negocio de la sanidad. Me llegan fotos del rey con todos los implicados en las grandes fechorías económicas del país. El rey en su discurso de Navidad da suaves palos y fuertes caricias al gobierno; los medios de comunicación le aplauden. Cada día Rajoy me parece más un antiquijote solitario y escondido ante la crítica; su mirada infunde arrogancia y miedo, arrogancia para combatir el miedo y la sinrazón. Los peperos de Madrid quieren menguar el derecho a la huelga; quien no admite la crítica es porque sin reconocerlo reconoce la razón del contrario. Y así el año se desliza hacia su final infundiéndonos un miedo espantoso al futuro, en el que los desahucios aumentarán brutalmente, los bancos seguirán con los mimos del gobierno, la iglesia continuará usando edificios que no pagan impuestos, los educadores sin ánimos, la cultura hipotecada (comparamos con el IVA en el teatro: 2,5% en Francia, 21 % en España), los investigadores lo pasarán mejor porque estarán fuera de España, los pensionistas tendrán un nuevo oficio: sostenedores de la familia con sus menguas, el pueblo seguirá embobado con los partidos diarios de fútbol, las declaraciones de un eunuco portugués seguirán rebozando el pensamiento español, los clubes no aclararán sus economías ni pagarán los impuestos que deberían, los ricos serán más ricos cada día, la información sobrevivirá amordazada, los aseados del Gobierno seguirán sonriendo porque han inventado la democracia totalitaria, la votocracia, la decretocracia, la brutocracia… Pues sí, señor Rajoy, es usted admirable: nunca un político engañó tanto, explicó tan mal sus mentiras y deseó de tan gran manera ser bendecido por el pueblo. ¿No tiene usted bastante con el hisopo episcopal? PABLO DEL BARCO

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