EL CARRO DE LA LEJÍA, 1 noviembre 2017
No recuerdo ningún pícaro en la literatura catalana. Pero
en estos tiempos modernos e incoherentes aparecen como las setas, algunos
disfrazados de supuestos honrados presidentes políticos. Al Sr. Puigdemont se
le está poniendo a marchas forzadas cara de Lazarillo o Buscón. Lazarillo
porque va a ciegas y necesita que alguien le conduzca por las calles sinuosas
de la vida política; en el lazarillo no se debe de confiar plenamente porque a
la primera te engaña, se come las uvas del racimo de dos en dos cuando el trato
era comerlas de una en una, aprovechando la ceguera del ajeno. De Buscón tiene
mucho, procurando trampas y víctimas, huyendo del honor a las primeras de
cambio, trampeando siempre contra su mínimo de honestidad, haciendo ver que
lleva buenas vestiduras propias, creyendo que todos van a creer lo que ni él
mismo cree. Y, sobre todo, porque solo responde a las palabras y a la verdad
que se inventa y que va construyendo a saltos, a la medida de las dificultades
del camino. Más que ajustarse a cada momento hace, PRETENDE, que cada momento se ajuste a él. Y así le va a
este prestidigitador que consigue seguidores tuertos, ciegos, para andar por un
mundo sin pies ni cabeza, pero que envenena y destruye por donde pasa, como el
caballo de Atila.
En un poema en acróstico que escribía hace unos días contra
los catalanes que actúan contra Cataluña, la primera palabra que me surgía era
la de “cobardes”.
COBARDES
ANTISOCIALES
TOMAN
ATRIBUCIONES
iLEGALES
UNGIDOS por
NORMAS
YERMAS de
AMOR
La pretendencia de Catalunya. Algunos catalanes contra Catalunya
Tiene el ex presidente en vilo a toda España, como un mago
que se reserva la sorpresa de hacer aparecer y desaparecer la paloma de su
chistera (¿vendrá chistera de chiste en este caso?). Paloma con el pico de
colores amarillo y rojo y barretina de amplios vuelos que le permiten volar
lejos para escabullirse, arañando el mapa de España con sus garras cuando se
posa virtualmente en esta tierra antigua y sufridora, negociada por políticos
cafres, a los que este ex presidente catalán está haciendo buenos. Y el vilo en
el que España estaba sumergida antes de su aparición –la corrupción– se agazapa
con la esperanza de que no vuelva a resurgir. Parece que este evento de mala solución
que vivimos con la regionalidad atravesada y confusa estuviera surgido para
tapar el otro, más grave, más profundo, que no se puede atajar con leyes ni
otras actuaciones legales.
PABLO
DEL BARCO
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