EL CARRO DE LA LEJÍA, 28.6.2016
¿Pucherazo?
"En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza”
Ramón del Valle-Inclán (1869-1936)
Ha pasado el día de las caras
–excepto para los vencedores del partido de la corrupción– largas, larguísimas.
Y hoy tenemos otra de buen tamaño por la derrota de la selección de fútbol en
la Copa de Europa. Las desgracias nunca vienen solas. ¿A cuál atender con mayor
diligencia? Hubiera sido un triunfo anexo para los vencedores este del fútbol,
pero el destino se cansó ya de favorecer tan sorprendentemente a quienes
muestran tan retorcido talante social; es para no creérselo, por supuesto. La
euforia empieza a verse enturbiada; se proclaman sospechas de “pucherazo” en el
recuento de votos a favor del PP. Claro que estando el Ministro de Interior
como responsable del mismo y dadas sus estrategias torticeras contra la
oposición, no nos sorprende. El “pucherazo” fue un excelente invento de la
Restauración para alternar el poder entre el Partido Conservador y el Liberal.
Los votos hurtados del recuento se escondían en pucheros; de ahí el nombre. El
Ministro de Interior ha escondido, en un puchero invisible que terminó dando la
cara, conversaciones dañinas para la buena vida política española dando el
“pucherazo” de la honestidad; pero parece no importarle a nadie. Mejor dicho,
sí ha importado el hecho y los casos de corrupción para obtener beneficios
electorales. En los lugares en los que la corrupción ha sido mayor –Valencia,
con Rita Barberá y los concejales del Ayuntamiento en proceso; Valdemoro con el
inefable Francisco Granados, al parecer según todos los indicios ladrón de
altos vuelos– ha conseguido el partido de los corruptos más votos, más escaños.
Somos un país férreo, indestructible en la inmoralidad; ya lo decía Valle
Inclán –ilustre gallego como el que hoy nos preside– a comienzos de siglo; más
o menos: roba y serás premiado; estafa y serás aplaudido y envidiado.
Un país ladrón y mentiroso; las
encuestas a pie de urna han fallado estrepitosamente. ¿Nos da vergüenza
confesar nuestras simpatías políticas? ¿La sombra de las venganzas del 36
sobrevuela nuestra conciencia? El Sr. Rajoy, que se hartó de mentir con sus
promesas vanas, ha conseguido más votos que nadie. El gallego, astuto, conoce
la condición humana del español y la aprovecha. No tengo nada contra el pueblo
gallego sino simpatía y cariño, pero la estela de aquel otro gallego que
gobernó con mano dura y criminal España durante cuarenta años aún tiene
tendidos los surcos del miedo. Gobernadores astutos y sin escrúpulos o
súbditos vencidos por la violencia y el
miedo. La violencia es hoy el trabajo escaso y precario, la amenaza o la
posesión del hambre, la desigualdad social y cultural. Economía y religión son
los paradigmas de nuestra sociedad, dos cosas opuestas en el ámbito de la razón
si no fuera porque la iglesia, aquí en el Sur especialmente, está insertada en
el corazón y la cabeza de sus habitantes, disfrazada de fervor. Con el
agravante y el despropósito de que es este un país aconfesional, en la teoría,
por supuesto.
España no tiene remedio. La
distancia entre las dos Españas machadianas aumenta; el aserto de Valle-Inclán
es más obvio cada día. La culpa es nuestra por no rebelarnos contra la mentira
y la añagaza de nuestros gobernantes. Un político tendría que ser un mandado
del pueble que le vota. Pero aquí, cuando ya ha obtenido la titularidad
política, se olvida del pueblo que le nombró y campa a sus anchas removiendo lo
legal y lo ilegal para obtener beneficios particulares. Y el pueblo les
aplaude, con más fuerza cuanto más escamotearon el honor y la ética. Escucha la
definición de masoquismo: “Disfrute o placer que se
experimenta con un pensamiento, situación o hecho desagradable o doloroso”. Allá
cada uno con su conciencia; el que vota engaño y corrupción tenderá sus motivos.
¿Merecerá la pena seguir luchando para avivar las conciencias”
PABLO
DEL BARCO
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