EL CARRO DE LA LEJÍA, 13 octubre 2017-10-13
Otra vez los ultramontanos
Ayer, más que nunca, aparecieron ilustres titulares de la
vida política española en el fiesta “real” del besamanos –besaculos, que diría
mi amigo Almunia–, felices de poder acercarse a los reyes, que les vean y sepan
que están aún ahí y que, no se olviden, lo están gracias a ellos, compadres
algunos de la Constitución de 1978, consecuencia de la pseudotransición
española, engaño mayúsculo, que no cerró las heridas de las dos Españas. De
aquellos polvos estos lodos, de aquellas cobardías estos líos autonómicos,
cuando podía haberse solucionado, al menos en parte, con la constitución de un
estado federal, razonable para este país tan variado, moderna y equilibradora.
El catalanismo más furioso se está apoderando de esa
España, esencialmente futbolera –¿no será intencionado el recurso?–,
escasamente pensadora. Parece de chiste, pero vean la herencia del más furibundo
de los independentistas, Carlos Puigdemont, sicario mayor de Artur Mas –¿se
creerá el rey Arturo?–. Puigdemot es nieto de Manuela Ruiz Toledo, “la andaluza”, nacida en La Carolin (Jaén) y
emigrante a Cataluña cuando las minas de plomo de la región fracasaron. El abuelo,
Francisco Puigdemont, era franquista, desertor del ejército republicano, y acabó
acogido en Ubrique (Cádiz), donde le dieron amistad y trabajo. Todos en La
Carolina reconocen a los Ruiz por el enorme tamaño de su cabeza; quizás de ahí
venga la evidente cabezonería del líder catalán, que consigue tener a todo este
país en vilo con declaraciones ambiguas, para no pillarse los dedos y, tampoco,
la cartera.
Están mal representando una mala comedia con un mal guión, que
quiere ser popular y termina haciendo el más espantoso de los ridículos, sobre
todo porque un grupo de catalanes de buena fe no se dan cuenta de en qué manos
están, estos trileros que acabarán llevándose el dinero de la mesa y dejando a
los demás con cara de idiotas. En el “trile” o la “mosqueta” el engañado tarde
en darse cuenta del engaño; cuando lo ve ya no tiene remedio.
Estamos siendo el hazmerreir de Europa, por lo menos. Charlie Hebdo, la revista de humor
francesa que no disfraza la verdad aunque suene a grosería, lleva en su
portada, refiriéndose al “procés” catalán, el título “¡Idiotez o muerte!”,
desgranando las razones que tiene Cataluña para no ser desagradecida con
España. Dice: “La independencia de
Cataluña no tiene como objetivo liberar a esta región de una tiranía que ya no
existe, ni de permitir que la economía prospera, puesto que ya lo hace y, menos
aún, para obtener el derecho de hablar una lengua autorizada desde hace muchos
años”
Tendrían derecho –y obligación– a ser coherentes con ellos
mismos, y tampoco lo hacen; son como una partida de trileros cambiando
continuamente las reglas del juego, jugando unos contra otros, tratando cada
uno de ser el más pícaro, el más desvergonzado, el más mentiroso, con caritas
de hermanas de la caridad. A mí me avergüenza escucharles y lo único que
concluyo es que son una partida de bandoleros queriendo, cada uno, llevarse la
mayor parte del botín.
Ayer desperté pensando en el desfile de las fuerzas armadas
en Madrid, con la imagen de unos de los aviones que sobrevuelan el acto, que se
estrellaba contra el suelo. ¡Qué premonición! No me asusta porque me ocurre
muchas veces. Ahora me gustaría tener ese poder para saber en que parará esta
romería de necios ultramontanos a ningún lado que no sea la destrucción más
inútil y empobrecedora de un país al que le está costando mucho remontar la
herencia recibida por otros ultramontanos en 1936.
PABLO DEL BARCO
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