domingo, 28 de enero de 2018


EL CARRO DE LA LEJÍA, 28 enero 2017

Y yo creía que los carnavales eran en Cádiz

Pero no; se han trasladado a Cataluña,…con la poca gracia que tienen los catalanes. Aunque el recuerdo del gran clown catalán Charlie Rivel lo desdiga. Rivel (nombre artístico de Josep Andreu Lasserre, 1896-1983) gastaba poco en palabras, nada, lo suyo eran gestos de los objetos que le acompañaban: un violín, a veces mudo, una silla más simple que la que ahora se rifan esa patulea de pretendidos ilustres políticos catalanes “independentistas”, un sombrero para saludar con respeto a los presentes (ahora el sombrero se lo quieren quitar unos a otros a zarpazos). Claro que en ideología sí que parecen coincidir estos con el famoso payaso catalán, de ideología ultraconservadora, abrazado al nazismo, amigo de Hitler y Goebbels. Al menos fue coherente hasta recalar en España protegido por aquel infame general pequeño de cuerpo y grande de crímenes políticos, Francisco Franco, que aún pervive en nuestro país.
El humor exige conocimiento de una realidad y talento para poder superarla dándole una salida con un talante diferente, contrario y más incisiva. Pero no es así en el caso catalán; esta panda de cabeza serrinera no quieren conocer la realidad, no les interesa porque frustraría sus ambiciones de poder, y andan como facinerosos por la serranía del despropósito, sin atreverse a usar a las claras los arcabuces. Ni la verdad, porque han construido este carnaval como una realidad llena de mentiras desde su origen, ziscándose en la historia de España, en la tradicional y ahora en el correr histórico que vivimos. Decía Josep Pla, catalán acérrimo pero pensador, “El catalán es un fugitivo y, a veces, cobarde”. Y lo están demostrando: el jefe de la banda anda huido en Bélgica, con aires de grandeza, en una suite del mejor hotel de la ciudad, como un reyezuelo bravucón de larga e incansable lengua diciendo fatuidades, porque no debe tener a nadie que le haga reflexionar. Ser un perdonavidas no reporta ningún beneficio al individuo que se comporta como tal; ser un perdonavidas político es un verdadero suicidio porque es el primer objetivo de sus oponentes en la lucha salvaje de la arena social.
Este personaje que parece tener la cabeza para sostener su cabellera, surgido de lo poco, me parece un engreído que se cree el dios poderoso de Cataluña al que los dioses, no sé de dónde, le han otorgado la sabiduría y todos los poderes del perfecto gobernante, el “principito” de la era actual. Tiene un comportamiento algo paranoico, y los que le siguen no andan muy lejos, me parece. Pero lo que más me maravilla, y me indigna, son loa medios de comunicación que andan detrás de él escuchando su palabra, tan vacua y contradictoria. Al final voy a tener que dar la razón al señor PPresidente del (des)gobierno español porque al menos se muestra coherente ahora, después de ser, por su inacción, responsable de este desaguisado catalán, una verbena con malos músicos y peores instrumentos y partituras llegados con retraso a la verbena.
¡Cuánta energía se malgasta con los inútiles en este país! Ahora está asomando la patita la bendición de las monarquías españolas: la del viejo monarca, de biografía detestable a poco que  se investigue, y la de este reyecito, a mi modo de ver tan insípido, al que quieren coronar de hombre eficiente. Decía un amigo alemán que a nuestra edad no solo nos podemos permitir la verdad, nuestra verdad, sino que tenemos la obligación de decirla para ser oída. Hace unos días el rey hablaba en un foro internacional de democracia. Pero, me pregunto, qué sabrá de democracia un tipo que vive aislado en un palacio magnífico, costeado por sus súbditos, sin el mínimo contacto con estos, al que se muestra. siempre con la distancia debida, en actos solemnes, al margen de los problemas y de las necesidades de la población “real”. ¡Vaya chiste este de una familia real que anda por los papeles cada día menos secretos dando bandazos indignos de una lado a otro de la vía de la ejemplaridad! He leído esta semana artículos sobre la grave enfermedad de la infanta Elena, una “depresión” porque se siente menoscabada (¿sin razón?; de la distancia entre Sofía y Juan Carlos, efectiva desde 1976, de los paseos sin tapujos del rey, entre otras, con Marta Gayá, considerada la amante más amante de Juan Carlos (el rey de las 5.000 amantes, como se le ha calificado y comparado con Enrique VIII de Inglaterra), , de algún escándalo en la economía del rey viejo del que no se quiere explicar su fortuna…; en fin, que modélica no parece la vida de la monarquía española, tal vez para una chirigota carnavalera porque tiene tintes dramáticos. Es decir, que estamos en vísperas de otro carnaval, este en Madrid, y sin saber cuál de los carnavales solapará a los otros, incluyendo el de la corrupción, que va viento en popa. Digamos, en broma ¡Dios salve al Rey!. Pero ¿a cuál de ellos?
PABLO DEL BARCO

No hay comentarios:

Publicar un comentario