EL
CARRO DE LA LEJÍA, 30 julio 2016
Me había prometido no escribir sobre
el estado político del país, que propende a la nausea y al convencimiento de
que los políticos se mueven solo por intereses de partido más que por celar del
bienestar de los ciudadanos, pobres muñecos desamparados a los que se les chupa
la sangre y el cerebro –el poco que tenemos, a la vista de cómo votamos en las pasadas
elecciones– sin piedad.
Pero los últimos acontecimientos, la aceptación pre-presidencial
del señor oso –¿te has fijado cómo camina?– con pinta de presidente de
gobierno, o a la inversa, que padecemos me irrita de tal manera que no puedo
callar. Él y sus compinches del PP (Partido Podrido) nos toman por tontos a los
españoles, y hasta ahí podíamos soportar. El gran oso, que se pretende PPropietario
del PPaís, con sus compinches, se ha candidatado a formar Gobierno, pero con
una Constitución camuflada a su manera y a su gusto, hasta el punto de que se
inventa una nueva gramática que le sirva para sus intereses constiPPuyentes. Según
estos pprobos ppolíticos, y con un descaro impresionante, la aceptación de
formar gobierno no le obliga al candidato a someterse a la investidura; o sea,
tirar la piedra y esconder la mano; o mejor, poner una piedra en el edificio de
la democracia sin poner la piedra.
Pero la Constitución es muy clara en su disposición 99.2: “El
candidato propuesto conforme a lo
previsto… expondrá ante el
Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar
y solicitará la confianza de
la Cámara.” Ni la simplonería lingüística del PPresidente de gobierno en
funciones le justifica ni le salva del cumplimiento estricto. El tiempo verbal implica
absoluta obligatoriedad; no hay discusión posible. La Vicepresidenta ratita
presumida –el próximo día hablaré de este zoológico político nuestro– también
le ha restado importancia al asunto porque dice que el país tiene necesidades
mayores que cumplir la Constitución; la nuestra, claro; la suya sí.
Dada la enorme cultura y el profundo conocimiento de
nuestra lengua que anida en estos PPolíticos, propongo que el Sr. PPresidente
de Gobierno sea nombrado PPresidente de la Real Academia EsPPañola de la
Lengua, con sus miembros de honor: la Cospedal de trabalenguas, Rafael Hernando,
ofensivo pretendido graciosillo, el Ministro de Interior tan coloquial privado,
la Presidenta de las Cortes, Esperanza Aguirre, sacerdotisa el desparpajo y la
hipocresía…, todos ellos de habla fácil y atropellada, como conviene al nuevo
estado de cosas que se otean para el país.
Dejo dos significativos ejemplos del presunto nuevo
Ppresidente de la R.A.E. pronunciados estos días de la nueva EsPPaña:
En la despedida de los atletas españoles camino de mi bella
y maltratada Río de Janeiro:
“…tendréis detrás una España llena de españoles”. ¡Qué elocuencia
y que acierto el suyo! ¡Mira que si
estuviéramos llenos de indígenas
del Amazonas o de tuaregs africanos!
“Lo que he hablado con el rey es lo que le he dicho salvo
lo que no le he dicho.”
¿Será posible mayor lucidez expresiva, más claridad en el habla
para que los españoles le entendamos y nos maravillemos de su español preclaro?
Es cierto; este hombre, insigne patriarca de lo ambiguo, no se equivoca nunca.
Confiemos en él (en el infierno).
PABLO DEL BARCO
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