EL CARRO DE LA LEJÍA, 16 de junio de 2014
La que nos espera con los reyes, del fútbol y de la corona.
¡Qué mareo de país! ¡Qué insistencia en los temas!: la
Monarquía, sus embelesos y futuro, el campeonato mundial de fútbol, y algo del
Rocío y la Iglesia para santificar la situación. Lo de la Monarquía va mal, tan
mal que los políticos de la derecha están perdiendo el trasero para que todo,
el recambio, se haga en el menor tiempo posible aunque de manera chapucera, no
vaya a ser que el pueblo descontento con la imposición del nuevo monarca (el
pueblo que piensa si la situación es de justicia) se levante en protestas y les
chafe la fiesta. O que al rey viejo le exijan cuentas por algunas de sus
acciones pasadas. También los políticos de la izquierda parecen perder el
trasero y la vergüenza. ¿Cómo se entiende, por ejemplo, que un partido socialista, de naturaleza
republicana, al mismo tiempo que certifica su esencia política insista en sus
fervores monárquicos? Y al pueblo liso y llano ¿quién le pregunta? Porque es de
una solmene ingenuidad a estas alturas pensar que el pueblo liso y llano está
representado por los políticos que fueron elegidos tiempo ha, embutidos muchos
de ellos en imputaciones, mentiras descaradas y proyectos en los que cada vez
más el pueblo liso y llano se ve pisoteado, sacudido y abrumado.
Todo es una excelente excusa para que Montoro –Don “donde
dije digo digo Diego”– y sus adalides economistas se amparen y escaqueen para
no dar explicaciones comprensibles al pueblo liso y llano y, a lo tonto, nos la
claven mientras miramos la cara -a mí me parece que infeliz- del nuevo monarca
y su flaca esposa. Claro que todo esto ofrecido con música ilusionante –de
zarzuela mala- por ser España el país más monárquico del mundo: aquí tenemos
los reyes y las reinas a pares. En este clima de descomposición, en el que se
oyen las más despampanantes tonterías, propongo una moción en el parlamento
para que a los ministros del gabinete actual, con su presidente a la cabeza,
les nombren académicos de la lengua, de la suya tan particular, en una
ceremonia presidida por Montoro y la Cospedal, con el ministro de Interior como
acólito, sin tartamudeos y algunos excelsos políticos portando incensarios de
oro.
En este clima de realeza no olvidemos a los príncipes de “la
roja”, conjunto de muchachos mimados que han comenzado su trabajo de competición
mundial con un rotundo fracaso, que se suma al de la economía –sólo
resplandeciente en las palabras del gobierno– al del fracaso del monarca
saliente (un rey que abdica es un rey fracasado, sin duda), al descontento del
pueblo liso y llano, al hambre de este mismo pueblo, a la cada día mayor
riqueza de los bancos y las grandes empresas, a la cada vez más exigua
actividad cultural del país, a la huida de jóvenes investigadores científicos…;
me falta papel para enumerar todas las desgracias actuales de este país
solapadas por los anhelos y las tribulaciones del joven monarca. Frente a esto
solo se me ocurre una actitud: ejerce tu condición patriótica y abandona este
país, antes de que este país te abandone a ti del todo. O enamórate, que es
también una fórmula, tan compleja como hermosa,
de soslayar la realidad.
Cada día es más difícil leer la prensa; hay que
descifrarla. Hay que buscarse intérpretes, desconfiando siempre de muchos
tertulianos en la radio y la televisión que parecen hablar con la voz de su
amo, con afirmaciones tortuosas y cambiantes según desde donde las emitan.
Ahora están casi todos de acuerdo, con una babeante idolatría a la figura del
nuevo rey que se nos impone por arte de la herencia. ¿Por qué no acompañan una
breve historia de la dinastía borbónica desde sus orígenes, para conocer
quiénes han sido, de verdad, nuestros “cultos” monarcas?
Yo escribo estas líneas con el enorme desánimo de quien no
entiende nada ni a nadie. ¿Verdad que se nota, querido lector? Espero que no
tropiecen los nuevos monarcas el día de la coronación y que la selección
española gane algún partido; todo quedaría solucionado.
PABLO
DEL BARCO
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