domingo, 14 de abril de 2013
EL CARRO DE LA LEJÍA. 14 abril 2013
La España (i)Real (4)
El año 1969 Juan Carlos se adhirió a los principios fundamentales del Movimiento, con lo que traicionaba a buena parte de los españoles, justamente a los que el levantamiento de Franco había traicionado. Traicionaba también a su padre, Don Juan, legítimo aspirante a una monarquía desprovista de todo privilegio y posesión por la República en 1931. Volvía a traicionar a buena parte de los españoles en 1975, co-firmando con el dictador una condena por cinco muertes injustas que provocaron el rechazo y la reprobación de todo el mundo. Traicionó al ejército el 23 de febrero de 1981 con el golpe de Estado que él mismo organizó, según está demostrado y publicado, y traicionó de nuevo al pueblo español con esta mentira que se oculta permanentemente. La liberación de secretos políticos recientemente nos ha descubierto que el 5 de noviembre de 1975 el príncipe Juan Carlos le había desvelado al presidente de USA cuáles iban a ser los siguientes movimientos de Franco con respecto al Sáhara, traicionando así a su mentor, o, como dice el pueblo, mordiendo la mano que le daba de comer. Como pago a tanta traición, todos los partidos políticos aceptan y aplauden la figura del rey. Yo sé que esta figura es inviolable, pero no es incriticable, situación de hecho que le ha permitido al monarca saltarse a la torera toda compostura moral, hasta llegar a una situación vergonzosa, criticada fuera y dentro de España.
Cuando la monarquía se asusta porque ha dejado de ser un elemento folklórico y se le empiezan a pedir cuentas, decide apuntarse a la transparencia, pero, eso sí, con algunas reservas, que la verdad absoluta queda para el pueblo vulgar. Así podrá de nuevo campar a sus anchas, porque aquí le reñimos servilmente pero no le criticamos con justicia, como se merece tan alta figura. Nos enteramos de la herencia recibido por el rey de su padre (¿De dónde la sacó si la II República desposeyó a la Monarquía de sus bienes?), pero nadie nos dice nada de este caudal que resolvería miles de desahucios; si está en Suiza, algo ilegal para todos los españolea, o si pagó los derechos correspondientes a Hacienda en caso de estar en España. El rey, que recuperó su sueldo de antes de julio de 1012 (sueldo anticrisis), no está sometido a la fiscalización del Tribunal de Cuentas, con lo cual traiciona también a este pueblo sometido cada día a más impuestos, más privaciones y más hambre. El rey paga (nosotros pagamos) el uso de una casa patrimonio nacional a su amante, a la que transporta en helicópteros y aviones oficiales, con la que, según se insinúa, tiene otros chollos además de los sexuales, y casi nadie dice nada en el Congreso. Al rey se le implica presuntamente en los presuntos negocios sucios de su yerno Urdangarín y su infanta Cristina y aquí tampoco pasa nada; y todavía se protesta por la imputación de la hija del rey, como si tuviera patente de corso y no fuera un presunto corso en sí misma. Yo recuerdo el embolado económico de su alteza hace años, del que tuvo que salir fiador Manuel Prado y Colón de Carvajal, intendente del rey, que acabó con los huesos en la cárcel. ¿Merecería Juan Carlos el nombre de “el rey tapado”, como lo fue en la toma de posesión de Arturo Mas?
¿También hay “transparencia” para conocer cómo el rey ha acumulado la fortuna que se le supone de más de 1.800 millones de euros? Hay muchos documentos, que no se sacan la luz. Veamos uno: la carta firmada por Juan Carlos I y dirigida al Sha de Persia, el 4 de julio de 1977; el monarca, tras una descripción de la situación política escribe: "me tomo la libertad, con todo respeto, de someter a tu generosa consideración la posibilidad de conceder 10 millones de dólares como tu contribución personal para el fortalecimiento de la monarquía española". Nadie pensará que esta cesión sería a cambio de nada. Del cobro de comisiones por la venta de petróleo hay más que leyendas, y muchos viajes a los pozos negros. Y una larga lista de actividades, propulsadas algunas por el gobierno del PSOE, para engordar la bolsa real. Eso explicará por qué este partido quiere también mantener al rey a toda costa, dando explicaciones ridículas a veces para hacer compatible su postura con su ideología republicana.
Tal vez por eso quieren salvar sus culpas acuciándonos, suavemente, sobre la necesidad de abdicación de Juan Carlos en beneficio del príncipe Felipe. Pero ¿dónde está legislado esto? ¿Dónde está el cómo, por qué y cuándo de la abdicación y transferencia de poder? ¿Cuando quiera este rey al que todo se le consiente como si fuera, que lo es, el dueño de España? ¿Y que pasaría si se reconociese como legítimo hijo del rey al hijo bastardo Albert Solà Jiménez, que con sus 56 años y un ADN concluyente es el primogénito del monarca y por lo tanto heredero de la corona?
En estos tiempo de modernidad y crisis me parece inútil la figura del rey y un pago excesivamente caro por este monarca reinsertado en la vida española, dueño de traiciones a diestro y siniestro, despreocupado de la realidad de los españoles, de los que parece querer sólo sus aplausos y la disposición de sus ahorros. Parece que está en nuestro ADN personal una actitud servil ante la monarquía, unido a un pactado mutismo de los medios de comunicación y los partidos políticos. ¿Por qué a nadie se le ocurre plantear un plebiscito sobre si queremos o no la monarquía en nuestro país? Porque hay un miedo espantoso a que al pueblo español le entre la cordura y diga que nunca más, que para qué.
PABLO DEL BARCO
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